martes, 22 de enero de 2013

El Código del Aventurero




En este breve documento, se intentará indicar la forma de comportarse de todo aventurero Steampunk, mientras viaje por esos caminos inexplorados, o no, por lo que podamos caminar. No es necesario estar en el áfricva profunda, tan sólo es un código de comportamiento que se debería usar en cualquier momento, incluso a diez metros de la puerta de nuestra casa.


1. Ser, más que parecer 

Vencer dificultades es educativo, aumenta la confianza en sí mismo, pero no debe conducir a un sentimiento de superioridad. Los aventureros no son una élite privilegiada, sino simples seres humanos que tienen hacia sus familias y hacia la sociedad los mismos deberes que los no aventureros. El viajar en aventura no debe perder su carácter de sana actividad de las horas libres. Además, la vida nos impone tareas incomparablemente más grandes y más importantes que las de la práctica del viaje. 

La jactancia, el ruido que se hace alrededor de las figuras, la búsqueda del sensacionalismo y las especulaciones, perjudican al sano arte de la aventura, en la misma forma que a la mayor parte de las otras actividades. El hombre capaz, el buen amigo en el que se puede confiar, no se distingue por la fanfarronería sino por la reserva. En él, la veracidad es natural.


2. Ver, observar, aprender

Toda verdadera comprensión es consecuencia de la forma de ver y de captar. Esto exige interés, esfuerzo y experiencia. El que mira a su alrededor sin tomar conciencia de lo que le rodea, no hace más que descubrir superficialmente las cosas más esenciales; comprende poco y aprende también poco. Se puede por ejemplo considerar la vegetación de montaña bajo el aspecto de su color verde sembrado de manchas multicolores, las rocas bajo su aspecto grisáceo y matizado y los alrededores montañosos como una corona de picos anónimos, sin quedar por ello insensible a su belleza. 

Pero la experiencia será mucho más rica y perdurable si se toma plena conciencia de ella y se comprende aunque no sea más que en sus aspectos más visibles. Bajo cualquier aspecto que se presente, será mucho más interesante si se conocen sus características y su origen. El que tiene algunos conocimientos sobre las variedades de las rocas y de las plantas, sobre los animales y sus costumbres, el que puede decir algo sobre los habitantes de una región, sobre su historia y su cultura, no cabe duda que experimentará una satisfacción mucho más rica. Si nos preocupamos en conocer las montañas que nos rodeen, viviremos más intensamente la grande y embriagadora experiencia de la aventura.


3. Prepararse

El éxito de una aventura depende de su preparación. Las condiciones previas son: la habilidad técnica, el entrenamiento, el buen estado físico, conocimientos de supervivencia y la aclimatación, así como un equipo adecuado. Prepararse para la aventura de forma física, espiritual y psicológicamente, es el principio de un buen final. Familiaricémonos con sus características y sus condiciones particulares, informándonos de antemano. No olvidamos nunca comunicar vuestro objetivo y la ruta prevista a vuestros parientes más próximos, al guarda del refugio, a vuestros amigos.


4. Realizar lo que somos capaces

Esto implica dos cosas:
a) No queremos reservarnos, sino ir hasta el límite de nuestras posibilidades. Una sana ambición es un elemento positivo y uno de los objetivos de toda aventura. La satisfacción que nos produce la acción cumplida, por el valor de la acción en sí misma, da la verdadera medida. Presenciar las hazañas de un aventurero hábil y seguro, proporciona placer.
b) No exagerar. La capacidad es la medida de lo que nos está permitido, es decir, que si las condiciones físicas y psicológicas son malas, si la forma física en ese día nos es satisfactoria, hay que quedarse abajo. La insensatez no solamente pone en peligro al aventurero y a sus compañeros, sino también a los que van a socorrerlos. Tomarse tiempo. Esta máxima es aplicable tanto antes de la prueba como durante la misma.


5. Economizar medios artificiales

El que reseña una aventura realizada, la anota para sí mismo o la cuenta a sus amigos y camaradas, reivindica el hecho de haber recorrido una determinada ruta. No es leal abrir una ruta recurriendo a medios artificiales ilícitos, o decir que se ha hecho sólo con mirarlo. Esto no es realizar una aventura, sino violentarla. La moral aventurera exige por tanto una verdadera competición disciplinada de fuerzas midiéndose en condiciones intactas, sin subterfugios, sin aditivos. Aquel que no realiza una aventura lealmente debe hacérsele reflexionar y debe educársele. Como toda libertad, la libertad de la montaña está también sometida a reglas morales que excluyen la arbitrariedad y la deslealtad.


6. Tener el valor de renunciar

El que inicia una aventura, debe estar también preparado para el regreso. El aventurero no sólo debe prever la llegada al destino, sino que debe tener preparada y conocer la ruta de regreso. En caso de necesidad, todos los medios son buenos para salir de la aventura en un momento de grave dificultad. Ciertas catástrofes se han producido porque la decisión de retroceder se ha tomado demasiado tarde. Por ello, la cuestión de la retirada debe ser incluida en primera línea en todas las consideraciones sobre la aventura.
 
Reconociendo a tiempo la necesidad de una retirada, no hacemos más que demostrar nuestro sentido de la responsabilidad. Vale más renunciar demasiado pronto, que demasiado tarde. Aunque no se haya conseguido alcanzar el objetivo del viaje, la prueba puede llegar a ser una aventura verdadera e inolvidable, porque en la mayor parte de los casos, la retirada implica la posibilidad del regreso, la posibilidad de poder explicarlo, del éxito final.


7. Socorrer

En una región habitada, podemos ser socorridos, en caso necesario, en cualquier momento. Pero en medio de la montaña no es así. El que se encuentra en dificultades en montaña, se ve obligado a solicitar el socorro más próximo. Y es por esto que todo viajero debe estar siempre dispuesto a ser capaz de socorrer a otro viajero de una forma eficaz. Un conocimiento básico de salvamento y de primeros auxilios, es una de las exigencias inexcusables de todo aventurero activo. 

El peligro de otros es la señal de socorro inmediato, desinteresado y voluntario. Pero, el apresuramiento en disponerse a prestar socorro, no debe ser tampoco ciego, ya que la falsa valoración de sus propias capacidades y medios pueden acarrear serias consecuencias, incluso mortales. Hay que intentar ante todo establecer contacto con las personas en peligro, para determinar la naturaleza de la ayuda solicitada.


8. Ser tolerante

En la montaña somos ante todo hombre y no miembros de una raza, nacionalidad, pueblo, religión, partido, profesión o cualquier otro tipo de agrupación. Hay muchas formas de viajar. La expresión "aventurero de verdad " o "auténtico" no es más que una frase pretenciosa por la que ciertas personas tratan de imponer sus propias ideas. A este respecto hay opiniones muy diferentes. Lo que distingue a los aventureros unos de otros no es tanto su calidad como su individualidad. Unos consagran todas las oportunidades a hacer viajes. Otros no van a ellas más que ocasionalmente y por causas mayores, a la fuerza. A unos el placer de la aventura es el conocer compañeros de viaje, otros el paisaje, otros el llegar al objetivo preestablecido. Hay otros para los que el colmo del placer se lo proporciona el conseguir ejemplares de hierbas o piedras extrañas, insectos o pequeñas alimañas. Pero todos son aventureros y ninguno lo es más que el otro. 



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